Descenso popular en kayak del Río Aragón desde Sangüesa hasta Caseda el 7 de Agosto del 2010.
Iñigo de Bergara.
Bajo el puente de Sangüesa.
martes, 7 de diciembre de 2010
2007-10-08 Río Aragón remontando desde Milagro.
El día 8 de Octubre del 2007 saliendo de Milagro (Navarra) remonte el río Arga buscando el lugar donde se junta con el río Aragón.
"Arga y Aragón hacen al Ebro barón" dicen en la zona.
En término de Funes, junto a la confluencia del Arga y el Aragón, se encuentra el barranco de Peñalén, donde fue asesinado el rey Sancho IV. Según cuenta la leyenda, fueron sus hermanos Ramón y Ermesinda, junto a un grupo de nobles pamploneses, quienes le prepararon la celada. Al parecer, el rey había venido a cazar a los sotos de Funes y en determinado momento se despeñó con su caballo. Suele atribuirse el atentado al señor de Funes - también a un capitán ultrajado,- que se vengó así de los amores de Sancho IV con la esposa de aquel. «A rey alevoso, vasallo traidor», dicen que exclamó el capitán, cuando empujaba al rey por el precipicio.
Lugar de la salida a la derecha del puente de Milagro. En la foto de ve arriba parte del pueblo de Milagro con su Iglesia y a la derecha las ruinas del castillo.
Ruinas del castillo de Milagro.
Desde Caparroso hasta Milagro pasando por Funes y Marcilla, el río va haciendo eses y dejando a un lado impresionantes cortados de yeso y arcillas. Estos acantilados terrosos, unidos al propio río y a los sotos circundantes, constituyen uno de los principales valores ambientales y paisajísticos de la Ribera Alta. No por casualidad, la zona descrita está incluida desde el año 2000 en el LIC Tramos Bajos del Arga-Aragón, el cual abarca desde Carcastillo hasta Milagro. Dentro de este lugar de interés comunitario hay tres reservas naturales: dos en el Arga (en los términos de Falces y Funes), y una en el Aragón. Esta última corresponde a los sotos de la Lobera y del Sotillo, situados a unos cuatro kilómetros de Caparroso, cerca del límite con el municipio de Marcilla.
Antiguamente, los vecinos de Caparroso solían madrugar para ir a hacer leña a estos sotos. Según dice Felipe Marín, miembro de la asociación naturalista Alnus de Marcilla, un día, hace más de cien años, se cayó cerca del Sotillo un trozo de acantilado que tiró árboles y desvió el cauce del Aragón. «Afortunadamente, el tumbazo cayó media hora antes de que los caparrosainos fueran a llevarse la leña. Así que aquello fue casi un milagro».
Según dice Marín, los derrumbes son muy frecuentes en estos acantilados ya que el río va lamiendo los materiales de la base del cortado, hasta que la mole cae por su propio peso. Pero la inestabilidad de los acantilados terrosos, es solo un rasgo más de la tremenda variabilidad que caracteriza a los ecosistemas fluviales de la Ribera.
A diferencia de otros ríos más o menos canalizados, el Aragón es aquí un ser vivo que trabaja incesantemente. Algunas veces, la corriente va depositando gravas y otros sedimentos en las orillas, hasta que con el tiempo se forma una mejana (isla) que duplica el curso del Aragón. También puede pasar que el río cambie su curso dejando a un lado una «madre vieja» que se inunda periódicamente con las riadas.
«Estos tramos de río abandonados suelen corresponder a un meandro. Por eso tienen a veces forma de media luna», explica Marín. «En la Ribera se conocen como madres viejas, y son especialmente interesantes desde el punto de vista ambiental, ya que se inundan con las avenidas, y ello resulta muy favorable para el desarrollo de muchas especies que encuentran aquí las condiciones (el agua y la calma) necesarias para crecer y multiplicarse».
Aunque no están incluidos en la reserva natural, un poco más abajo del Sotillo y la Lobera, ya en término municipal de Marcilla, se suceden varios cortados singularmente bellos, como los acantilados del soto de la Cueva y del soto de la Sauquera. Junto a éste último se encuentra además el barranco de los Alamos que comunica el Montico (y su vegetación típicamente mediterránea) con la margen izquierda del Aragón.
Hace varios siglos, estos sotos eran todavía auténticas selvas, donde había lobos, ciervos, y otras especies hoy desaparecidas. De ahí, que los reyes y nobles - como el marqués de Falces y sus descendientes, con sede en el castillo de Marcilla- eligieran estas zonas para cazar. A partir del siglo XIX, con las grandes roturaciones agrícolas, muchos de estos sotos típicos del Aragón se fueron retrayendo. Es el caso del soto de Contiendas, que se extendía desde Marcilla hasta Funes y Villafranca. Precisamente, una parte de este soto tradicional -la situada junto al puente de hierro de la carretera de Marcilla a Villafranca -, se ha recuperado hoy con especies autóctonas en lo que fue un proyecto pionero iniciado hace ya quince años.
Precisamente, los sotos mejor conservados suelen estar hoy junto a los acantilados, ya que la inaccesibilidad de estos lugares, y la amenaza de derrumbes, los hacían antaño poco interesantes para el cultivo. Entre la vegetación autóctona de estos bosques de ribera encontramos choperas, alamedas, saucedas,…y junto a éstas un conjunto de especies arbustivas, que se extienden hasta las orillas del río, como el fresno, el aliso, el espino albar, el carrizo, la anea,…
Pero esta zona no solo ofrece paisaje y biodiversidad. También hay historias, leyendas y formas de vida del pasado reciente que añaden interés a este emblemático paisaje de la Ribera frecuentado antaño por los almadieros y los pescadores de agua dulce de Milagro. En término de Funes, junto a la confluencia del Arga y el Aragón, se encuentra el barranco de Peñalén, donde fue asesinado el rey Sancho IV. Según cuenta la leyenda, fueron sus hermanos Ramón y Ermesinda, junto a un grupo de nobles pamploneses, quienes le prepararon la celada. Al parecer, el rey había venido a cazar a los sotos de Funes y en determinado momento se despeñó con su caballo. Suele atribuirse el atentado al señor de Funes - también a un capitán ultrajado,- que se vengó así de los amores de Sancho IV con la esposa de aquel. «A rey alevoso, vasallo traidor», dicen que exclamó el capitán, cuando empujaba al rey por el precipicio.
Además de un bello paisaje, el espeso bosque, vestido en otoño de verde y oro, es también refugio de numerosas aves cantarinas, como el ruiseñor, la oropéndola, el jilguero, el gorrión o el pito real; y también de mamíferos como la gineta, el tejón, el zorro, la comadreja, la musaraña y el visón europeo. Los ejemplares de este último que andan por aquí son especialmente importantes ya que forman parte de la colonia madre del norte de España.
Remontada y descenso del Río Aragón desde Milagro en solitario.
"Arga y Aragón hacen al Ebro barón" dicen en la zona.
En término de Funes, junto a la confluencia del Arga y el Aragón, se encuentra el barranco de Peñalén, donde fue asesinado el rey Sancho IV. Según cuenta la leyenda, fueron sus hermanos Ramón y Ermesinda, junto a un grupo de nobles pamploneses, quienes le prepararon la celada. Al parecer, el rey había venido a cazar a los sotos de Funes y en determinado momento se despeñó con su caballo. Suele atribuirse el atentado al señor de Funes - también a un capitán ultrajado,- que se vengó así de los amores de Sancho IV con la esposa de aquel. «A rey alevoso, vasallo traidor», dicen que exclamó el capitán, cuando empujaba al rey por el precipicio.
Lugar de la salida a la derecha del puente de Milagro. En la foto de ve arriba parte del pueblo de Milagro con su Iglesia y a la derecha las ruinas del castillo.
Ruinas del castillo de Milagro.
Desde Caparroso hasta Milagro pasando por Funes y Marcilla, el río va haciendo eses y dejando a un lado impresionantes cortados de yeso y arcillas. Estos acantilados terrosos, unidos al propio río y a los sotos circundantes, constituyen uno de los principales valores ambientales y paisajísticos de la Ribera Alta. No por casualidad, la zona descrita está incluida desde el año 2000 en el LIC Tramos Bajos del Arga-Aragón, el cual abarca desde Carcastillo hasta Milagro. Dentro de este lugar de interés comunitario hay tres reservas naturales: dos en el Arga (en los términos de Falces y Funes), y una en el Aragón. Esta última corresponde a los sotos de la Lobera y del Sotillo, situados a unos cuatro kilómetros de Caparroso, cerca del límite con el municipio de Marcilla.
Antiguamente, los vecinos de Caparroso solían madrugar para ir a hacer leña a estos sotos. Según dice Felipe Marín, miembro de la asociación naturalista Alnus de Marcilla, un día, hace más de cien años, se cayó cerca del Sotillo un trozo de acantilado que tiró árboles y desvió el cauce del Aragón. «Afortunadamente, el tumbazo cayó media hora antes de que los caparrosainos fueran a llevarse la leña. Así que aquello fue casi un milagro».
Según dice Marín, los derrumbes son muy frecuentes en estos acantilados ya que el río va lamiendo los materiales de la base del cortado, hasta que la mole cae por su propio peso. Pero la inestabilidad de los acantilados terrosos, es solo un rasgo más de la tremenda variabilidad que caracteriza a los ecosistemas fluviales de la Ribera.
A diferencia de otros ríos más o menos canalizados, el Aragón es aquí un ser vivo que trabaja incesantemente. Algunas veces, la corriente va depositando gravas y otros sedimentos en las orillas, hasta que con el tiempo se forma una mejana (isla) que duplica el curso del Aragón. También puede pasar que el río cambie su curso dejando a un lado una «madre vieja» que se inunda periódicamente con las riadas.
«Estos tramos de río abandonados suelen corresponder a un meandro. Por eso tienen a veces forma de media luna», explica Marín. «En la Ribera se conocen como madres viejas, y son especialmente interesantes desde el punto de vista ambiental, ya que se inundan con las avenidas, y ello resulta muy favorable para el desarrollo de muchas especies que encuentran aquí las condiciones (el agua y la calma) necesarias para crecer y multiplicarse».
Aunque no están incluidos en la reserva natural, un poco más abajo del Sotillo y la Lobera, ya en término municipal de Marcilla, se suceden varios cortados singularmente bellos, como los acantilados del soto de la Cueva y del soto de la Sauquera. Junto a éste último se encuentra además el barranco de los Alamos que comunica el Montico (y su vegetación típicamente mediterránea) con la margen izquierda del Aragón.
Hace varios siglos, estos sotos eran todavía auténticas selvas, donde había lobos, ciervos, y otras especies hoy desaparecidas. De ahí, que los reyes y nobles - como el marqués de Falces y sus descendientes, con sede en el castillo de Marcilla- eligieran estas zonas para cazar. A partir del siglo XIX, con las grandes roturaciones agrícolas, muchos de estos sotos típicos del Aragón se fueron retrayendo. Es el caso del soto de Contiendas, que se extendía desde Marcilla hasta Funes y Villafranca. Precisamente, una parte de este soto tradicional -la situada junto al puente de hierro de la carretera de Marcilla a Villafranca -, se ha recuperado hoy con especies autóctonas en lo que fue un proyecto pionero iniciado hace ya quince años.
Precisamente, los sotos mejor conservados suelen estar hoy junto a los acantilados, ya que la inaccesibilidad de estos lugares, y la amenaza de derrumbes, los hacían antaño poco interesantes para el cultivo. Entre la vegetación autóctona de estos bosques de ribera encontramos choperas, alamedas, saucedas,…y junto a éstas un conjunto de especies arbustivas, que se extienden hasta las orillas del río, como el fresno, el aliso, el espino albar, el carrizo, la anea,…
Pero esta zona no solo ofrece paisaje y biodiversidad. También hay historias, leyendas y formas de vida del pasado reciente que añaden interés a este emblemático paisaje de la Ribera frecuentado antaño por los almadieros y los pescadores de agua dulce de Milagro. En término de Funes, junto a la confluencia del Arga y el Aragón, se encuentra el barranco de Peñalén, donde fue asesinado el rey Sancho IV. Según cuenta la leyenda, fueron sus hermanos Ramón y Ermesinda, junto a un grupo de nobles pamploneses, quienes le prepararon la celada. Al parecer, el rey había venido a cazar a los sotos de Funes y en determinado momento se despeñó con su caballo. Suele atribuirse el atentado al señor de Funes - también a un capitán ultrajado,- que se vengó así de los amores de Sancho IV con la esposa de aquel. «A rey alevoso, vasallo traidor», dicen que exclamó el capitán, cuando empujaba al rey por el precipicio.
Además de un bello paisaje, el espeso bosque, vestido en otoño de verde y oro, es también refugio de numerosas aves cantarinas, como el ruiseñor, la oropéndola, el jilguero, el gorrión o el pito real; y también de mamíferos como la gineta, el tejón, el zorro, la comadreja, la musaraña y el visón europeo. Los ejemplares de este último que andan por aquí son especialmente importantes ya que forman parte de la colonia madre del norte de España.
Remontada y descenso del Río Aragón desde Milagro en solitario.
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